No, AMIGA. No.

No puede ser, que cada vez que nos vemos, termine utilizándote. No puede ser, que a pesar de mis propósitos para escucharte el corazón, mirar tu luz y callar, sobre todo callar, no pare de volcar sobre ti todas mis cuitas. Luego al separamos me regañó, me enfado, y cuando llego a casa me castigó al rincón de pensar por un buen rato. No puede ser que te eche tanto de menos.


Ya sé que piensas, como yo, que para eso estamos los amigos, ya sé que piensas, también como yo, eso de hoy por mi y mañana por ti. Pero ¡Joder!, siempre es hoy o soy yo el que utiliza tu hombro como si de una almohada cariñosa se tratara. Tu parte de mi me desequilibra, me inquieta, me busca. Mi parte de ti, sueña, se eleva, vuela. ya sé que piensas, aunque yo no lo comparta, que es mejor así.

Las amistades comunes, sobre todo aquellas que se han ido, dejandonos marcándos con las profundas huellas de su paso por nuestras vidas, me inspiran sentimientos que me transforman a cada momento. Al sentir su ausencia física, soy consciente de que ya han hecho su tarea y ahora cuidan de nosotros desde donde estén. Y con ellas hemos disfrutado, viajado, comido, reído, y abusado de la vida hasta casi reventar, y todo ello en aras de una amistad que va más allá de … «hasta que la muerte nos separe».

Cada abrazo contigo es un instante que se prolonga por toda esta eternidad, y si la palabra amor no estuviese tan prostituida te diría…

“Dejame escuchar tu corazón”.


fer

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