Luis había sido un gran economista, fue feliz a su manera, amasando cuanto mas dinero, mejor. Nunca supo lo que era crear afecto y amor hacia los demás, jamas disfrutó de sus hijos, jamas intentó enamorar a su esposa y nunca supo lo que era tener amigos. Con el peso de sus muchos años a su espalda, las enfermedades y la soledad hace un examen de como había ido su vida y como el egoísmo y la avaricia habían estado siempre dentro de él.
Recordó como a los 9 años le regalaron 1000 pesetas y rápido consultó a su padre donde podría invertirla para que le rentaran algo. La inversión fue positiva y aquello marcó su destino. Decidió que sería economista.
En el colegio veía a los otros niños jugar y ser felices, pero él no tenía tiempo, tengo que estudiar, se decía, ya me divertiré cuando esté en la universidad, pero se le olvidó hacerlo, ya me divertiré cuando me gradúe, pero tampoco, ahora toca estar pendiente de mis inversiones y no perder el tiempo en tonterías, ya seré feliz cuando me case, pero ni siquiera se permitió disfrutar de un viaje de luna de miel. Tenía que estar pendiente de sus negocios.

Disfrutaré cuando tenga hijos, pero tampoco, nunca había aprendido a jugar y además le molestaba mucho el ruido que hacian. Bueno, pensó, ya tendré tiempo cuando se independicen, pero tampoco tuvo tiempo ni supo disfrutar.
La relación con sus hijos y sobre todo con su esposa cada día era mas fría y distante, pues no supo nunca crear parcelas e amor, jamas tuvo un detalle con ella, una caricia, una frase de amor, un viaje juntos, un paseo.
Recordó como hace varios años, en la última Navidad que pasaron todos juntos, él se metió en el despacho y ni siquiera salió para la cena. Había una operación mercantil en la que le interesaba invertir, pues aseguraba una gran rentabilidad. Cuando salió se habían marchado todos, tan sólo encontró una nota de su esposa que decía: Luis, me marcho con nuestros hijos, no aguanto mas, quedate y se feliz con tu dinero, yo me conformo con ser feliz. No quiero nada mas.
Luis nunca supo disfrutar el presente, siempre lo dejaba para después, y cuando llegó el último después sólo tuvo soledad, tristeza, frustración y sobre todo se sintió aterrado, pues fue consciente de que la mejor inversión que podemos hacer y que mejor rentabilidad da, es buscar la ilusión que nos abra la puerta de la felicidad, eso que él nunca supo ni quiso hacer y se le pasó el tiempo como pasa la vida, ahora se daba cuenta de que era tan pobre, que tan sólo tenia dinero, y una gran soledad que le hacia sentir pánico y desamparo.
Al fin y al cabo, Luis estaba recogiendo lo que había sembrado a lo largo de toda su vida.
Benja